Una de mis actividades favoritas durante los fines de semana es visitar ferias y mercados de antigüedades. Bueno...., de antigüedades y de todo lo que pueda ser suceptible de tener un valor añadido por su historia y que, además, nos pueda enriquecer.
Allí siempre me encuentro objetos que me llevan de nuevo a mi niñez, a los días felices pasados en el pueblo de mis abuelos.
Recuerdo a mi abuela calentando las planchas de hierro con las brasas del fuego, las sábanas de algodón recién planchadas, los cubos y barreños de cinc al lado del pozo, llenos de agua fresquita y donde mi abuelo refrescaba los sifones.... las tardes de siesta en aquella cama de madera que a mí me parecía inmensa, con el sonido de fondo de la máquina de coser, los colchones de lana... Las latas de cacao de la cocina, que podían contener cacao o no!, de la loza de cerámica.... y de tantos momentos irrecuperables que disfruté en aquellos paréntesis estivales, que hoy, al recordarlos, me regalan vida.
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En las sensaciones que me transmiten y en la seguridad que me dan está mi alma, el porqué de lo que hago y el cómo soy, los cimientos de mi persona emocional.
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Visitar una feria o un mercado de antigüedades al menos una vez al año, debería ser de obligado cumplimiento para recuperar recuerdos emocionados de todo lo que somos.
Aprovecha algún templado fin de semana de este otoño y visita alguna cercana, que seguro tienes, y disfrútala.
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Feliz fin de semana!
Fuentes : Propias.
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